Me parece increíble todo lo que uno puede comunicar con la mirada. A través de ella, no solo nos conectamos con los demás, sino que también nos expresamos. Y, así como otros nos transmiten distintos mensajes según cómo nos miren, es bueno tener en cuenta la importancia que nuestra mirada tiene para los demás.
A lo largo del día, nos cruzamos con cientos de personas que aparecen en nuestro camino. ¿Somos conscientes de cómo las miramos? Por más efímero que sea cada encuentro, ¿vemos al otro con amor? ¿Lo hacemos sentirse amado y valorado?
Cada persona es sagrada, única e irrepetible, y deberíamos valorarla por lo que es en sí misma, aceptándola tal y como es. Y, además, cada una tiene una realidad distinta. No podemos cerrar los ojos ni ser indiferentes a lo que les pasa a los demás, porque somos responsables unos de otros.
Lamentablemente, a veces esto no resulta tan fácil de llevar a la práctica: como la mirada implica un vínculo, muchas veces el miedo a lo diferente o a vernos comprometidos con la realidad del otro hace que desviemos la vista hacia otro lado. Nos dejamos llevar por una “ceguera voluntaria”, porque tenemos miedo a abrir nuestros corazones.
Desde la fe, debemos descubrir la presencia de Dios en todos nosotros. Cada persona es una historia sagrada y es parte de la creación de Dios. Él nos ama incondicionalmente, incluso con nuestras pobrezas. Y solo desde un amor que acepta nuestras pobrezas es que podemos ir a las del otro sin creernos más importantes o mejores. Habiendo experimentado este amor, no podemos creernos superiores a otros: todos tenemos heridas que necesitan ser sanadas.
Para llegar a un acercamiento verdadero, es necesario bajar algunas barreras y desarmarnos, siempre desde el amor. La mirada es la que derriba los muros que nos separan y que, muchas veces, nosotros mismos construimos.
Empecemos amando desde la mirada. Después iremos involucrando todos nuestros sentidos y nuestro corazón. Pero empecemos, al menos, con una mirada sincera, amable y respetuosa, para generar un acercamiento verdadero y un encuentro profundo.

Publicado en Somos Bienaventurados/septiembre 2021