¿Por qué a veces estamos en plena armonía con nosotros mismos, y otras veces nos sentimos totalmente desconectados? ¿Qué es lo que hace que, en determinados momentos, nos sintamos fragmentados?
Creo que la clave para saber lo que nos pasa es animarnos a cultivar el espacio personal, poder valorar los tiempos con uno mismo y aprender a disfrutarlos. No tenerle miedo al silencio, sino aprovecharlo para ir más a lo profundo y descubrir qué es lo que nos gusta y qué es lo que no. Hacernos preguntas y aventurarnos a ver surgir posibles respuestas va a hacer que nos sintamos más conectados con nosotros y con la vida misma.
Pensemos en el caso de una semilla. Por más fuerte y sana que sea, no puede crecer en cualquier lado ni de cualquier manera. Necesita de un tiempo en reposo. Necesita del silencio, la quietud y la oscuridad de la tierra para poder tomar fuerza y salir al mundo.
En mi caso, durante la cuarentena empecé a valorar las tardes en el balcón. Ya son parte de mi vida, no las podría cambiar por nada. Cuando termino de trabajar, salgo con el mate y puedo pasar ahí largos ratos mirando el pulmón de manzana. Dejo que mis pensamientos fluyan y trato de prestarles atención. A veces me llevo algún libro o instrumento, o incluso me pongo a cuidar mis plantas. Pero, aun cuando no me llevo nada para hacer, logro disfrutar de ese rato conmigo misma, sin más objetivo que ese: disfrutar de ese rato conmigo misma.
Por lo general, hace muy bien plasmar lo que uno va descubriendo. Ponerlo por escrito, pintarlo, cantarlo, bailarlo. Porque así es como podremos manifestar ese mundo interior y hacernos más conscientes de la riqueza de todo lo que somos, pensamos, sentimos y llevamos dentro.
Publicado en Somos Bienaventurados / agosto 2021
Mechi Ruiz Luque 