Simultáneamente al movimiento y a las corridas de fin de año, empezamos a transitar el Adviento. En este tiempo esperamos la llegada del Niño Dios y todo lo que trae consigo: alegría, consuelo, paz, amor, confianza, perdón, unidad… Pero el 25 de diciembre será una fecha más si no estamos preparados. Por eso, nuestra espera no puede ser pasiva: tenemos que disponer nuestro corazón.
Las lecturas de estos días no dejan de interpelarnos: “¡Estén atentos y vigilantes!”, “Preparen los caminos del Señor, allanen sus senderos”, “El Señor está cerca”, “¡Levanten la cabeza: Se acerca la salvación!”, “¡Conviértanse y crean!”. ¿Cuántos mensajes más necesitamos?
Para empezar, podríamos preguntarnos lo que muchos hombres le preguntaron en su momento a Juan el Bautista: “Y nosotros, ¿qué debemos hacer?”. Cada uno, desde su lugar, tendrá que ir descubriéndolo. A nadie se la va a exigir más de lo que pueda dar, ni nadie va a ser juzgado por las buenas obras que haga o que deje de hacer. Pero en este tiempo en que se nos está invitando a una conversión, sería bueno ir incorporando (o potenciando) algunos gestos y actitudes que contribuyan a generar un buen clima.
¡Preparemos los caminos! Vayamos al encuentro de los que están más alejados, dialoguemos con quienes tienen ideas diferentes, fomentemos el buen humor en casa, ayudemos en lo que podamos, seamos pacientes con los demás, sonriamos a quienes nos crucemos a lo largo del día. No perdamos la oportunidad de hacer lo que nos gustaría que los demás hicieran por nosotros. Y no dejemos de poner todo esto en manos de Dios a través de la oración, de las celebraciones eucarísticas y del sacramento de la Reconciliación.
De esta manera, el camino del Adviento se convertirá en tiempo fecundo de preparación y predisposición para recibir al único que puede colmar todos los anhelos de nuestro corazón. Dios se hace Niño para llegar a todos los hombres, pero no se impone en nuestra vida: Él toca la puerta y llama. Nosotros debemos responder a ese llamado abriéndonos a su amor.

Publicado en la revista Bienaventurados/diciembre 2015