¿Podría decirse que en nuestra sociedad hay cada vez menos interés por los libros? ¿Quién se atrevería a afirmar que estén siendo totalmente desplazados por otros soportes?
Cuando comenzaron a aparecer los primeros libros electrónicos, muchos pensaron que llegaría el fin del libro tradicional. Pero si bien tienen gran difusión y cuentan con varias ventajas (¡eso no se puede negar!), afortunadamente se ha ido dando un fenómeno en el que conviven ambos soportes.
Por nada en el mundo cambiaría el placer de tener un libro entre mis manos, sentir su textura, pasar una a una sus hojas, olerlas y escuchar el ruido suave del hojeo. Tampoco dejaría de lado la posibilidad de marcar párrafos u oraciones con un lápiz, e incluso hacer garabatos en los márgenes.
Desde muy chica, ir a una librería resultaba para mí un gran programa. Lo sigue siendo actualmente, y cuando llega la Feria del Libro… obviamente voy a visitarla.
El año pasado, fuimos a recorrerla con mi hermano Tomás. Pasamos por los stands de todas las editoriales, revolvimos mesas y estantes de libros, estuvimos con algunos autores que firmaban sus ejemplares y escuchamos a otros que ofrecían charlas. Y yo pensaba: “algún día, me gustaría estar de ese lado”.
Nunca imaginé que ese día iba a llegar tan rápido. A los pocos meses, pensé, escribí y me lancé a la aventura de publicar mi primer libro, Trenzando caminos. Y este año tuve la oportunidad de firmarlo nada más y nada menos que en la Feria del Libro. Fue una tarde inolvidable.
El predio de La Rural, donde se desarrolla este evento, estaba lleno de gente: algunos iban y venían buscando novedades y oportunidades de compra, otros hacían largas colas para hacer firmar sus ejemplares o para escuchar a algún autor. Creo que a este fenómeno se refiere Javier Navia cuando afirma: “La intención de los lectores de alcanzar un contacto directo con determinados autores es visible cada año en la Feria del Libro, donde los salones parecen quedar chicos y las sillas no alcanzar…”
Pero dejando de lado a los best sellers, hay personas ávidas de otro tipo de lectura, que buscan alternativas a los libros clásicos. Desde que me senté en el puestito que tenía asignado en mi editorial, gente de la más variada se fue acercando y haciendo preguntas sobre el libro. Pudimos entablar lindas conversaciones, y muchos me incentivaron a seguir escribiendo. También estuvieron presentes algunos amigos y familiares que, si bien ya tenían su ejemplar, se acercaron a saludar y a compartir unos mates.
La Feria del Libro fue, además, una buena oportunidad para conocer a otros autores independientes. Con ellos pudimos charlar, intercambiar libros con dedicatorias e incentivarnos mutuamente con nuestras respectivas publicaciones.
Si bien escribir un libro es muy gratificante, también es verdad que la difusión y la distribución requieren bastante tiempo y esfuerzo. Pero cuando uno cuenta con el apoyo de los que lo rodean, todo se hace más ameno y disfrutable. Por eso, aprovecho este espacio para agradecer a los que me apoyan tanto a mí como a todos los autores independientes, y nos motivan a seguir escribiendo.
Publicado en la revista Bienaventurados/junio 2015