Una tarde, estando en Verona, nos sentamos a matear en la plaza. Llena de curiosidad, una señora vestida de sastre y sombrerito se acercó para ver qué era lo que estábamos tomando. Le contamos que era una infusión característica de Argentina, y le ofrecimos para que probara. Convencida de que hacía bien al hígado, tomó varios mates y comenzó a promocionarlo entre su grupo. Una y otra vez, repetía a quien la escuchara: