Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: “La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para su cosecha”. Mt. 9, 36-38.
El 11 de mayo se celebrará la 51 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. El tema que propone el papa Francisco en esta oportunidad es “Vocaciones, testimonio de la verdad”. A raíz de su mensaje para este acontecimiento, algunas reflexiones.
1. “…la oración que Jesús pide a la Iglesia se refiere a la petición de incrementar el número de quienes están al servicio de su Reino.”
Es importante resaltar el llamado a rezar por las vocaciones consagradas. La imagen de la cosecha abundante representa a la humanidad, en la que Dios pone su gracia. Esta gracia es el origen de toda vocación y, sumada a la conciencia de la voluntad de Dios, hace que vayan surgiendo en algunos corazones el asombro por la cosecha, la gratitud por tanto amor y la adoración de las obras de Dios.
La Iglesia existe para poner la semilla del Evangelio en medio del campo de la humanidad. Todos están invitados a ser mensajeros de este anuncio, pero algunos son particularmente llamados para este oficio y ministerio. La condición que se les exige es dejarlo todo y seguir a Jesús.
2. “Dios recuerda que él vela continuamente sobre cada uno para que se cumpla su Palabra en nosotros. Todo procede de él y es don suyo, y es por eso que pertenecemos a Él.”

El campo de trabajo es inmenso, pero los trabajadores son pocos. Pero no debemos pensar solamente en las vocaciones consagradas: a los laicos también nos corresponde ser discípulos y misioneros. Entre todos tenemos que cultivar el terreno, según la función de cada uno. En la Iglesia, esto es responsabilidad de todos. Cualquiera sea el camino que uno siga, la
vocación requiere que uno salga de sí mismo y se centre en Cristo y en su Evangelio, a través del servicio a nuestros hermanos.
La vocación de todo cristiano es escuchar el Evangelio y anunciarlo. A pesar de nuestras debilidades, debemos seguir adelante: en ellas se manifiesta la gracia de la fortaleza del que viene de Dios. Él siempre nos acompaña, y es por eso que no debemos tener miedo. Es el primer interesado en que se cumpla su proyecto en nosotros, pero espera conseguirlo con nuestra voluntad y colaboración.
3. “La vocación es un fruto que madura en el campo bien cultivado del amor recíproco que se hace servicio mutuo, en el contexto de una auténtica vida eclesial.”
En este punto, se dirige a todos los que estamos tratando de comprender nuestra propia vocación, invitándonos a escuchar a Jesús y a dejarnos transformar por sus palabras. Reafirma que ninguna vocación existe por sí misma, sino que surge del corazón de Dios y brota en los corazones que va sembrando. Sostiene, además, que la vocación no tiene sentido si se queda en sí misma: debe manifestarse en el servicio a los demás, porque ahí es donde adquiere su sentido pleno.
4. “… la verdadera alegría de los llamados consiste en creer y experimentar que el Señor es fiel, y con él podemos caminar, ser discípulos y testigos del amor de Dios, abrir el corazón a grandes ideales, a cosas grandes.”
Como el mismo Francisco nos advierte, vivir la vida a la que estamos llamados puede significar a veces ir en contra de la corriente y enfrentarse a distintos obstáculos. Pero la solución es tener nuestro corazón dispuesto a ser “tierra fértil”, escuchando y poniendo en práctica la palabra de Dios.
Quien conoce a Jesús queda fascinado por su vida, sus palabras y sus actitudes. Pero sentirse atraído por Él no es suficiente: para poder seguirlo, se requiere una plena entrega a su voluntad. Y, para esta entrega, es imprescindible contar con la ayuda del Espíritu Santo.
A medida en que vayamos encontrando nuestra vocación, y por lo tanto cuáles son los planes que Dios tiene para nosotros, irán brotando la alegría y la paz en nuestro corazón.
«Los cristianos no hemos sido elegidos por el Señor para pequeñeces. Vayan siempre más allá, hacia las cosas grandes. Pongan en juego su vida por los grandes ideales».
(Homilía del 27/4/2013)

Publicado en la Revista Bienaventurados/mayo 2014