“Encomienda tus obras al Señor,
y se realizarán tus proyectos”
Prov. 16, 3
Un nuevo año llegó. Y con él, toda una serie de objetivos y proyectos, que podrían ser considerados como las semillas de lo que realmente va a ser este tiempo. Pero es importante no tirar esas semillas al viento, sino plantarlas una por una en tierra fértil y esperar activamente para ayudarlas a crecer. Planear nuestro año no es cosa fácil. Requiere en primer lugar de un momento de detenimiento y reflexión, en el que podamos pensar con tranquilidad hacia dónde orientar nuestra vida. 
Nada de cosas imposibles
Podemos emprender grandes objetivos si creemos que pueden ser posibles, siempre y cuando lo hagamos con alegría, paz y amor. De todas formas, tenemos que ser realistas. Es bueno ser soñador y optimista, pero debemos reconocer que tenemos limitaciones y que no todo lo que nos proponemos depende de nosotros y de nuestras acciones.
Hay cosas que no podemos controlar, y debemos aceptarlas como vienen. Hay que tener en cuenta que constantemente pueden aparecer imprevistos o desafíos frente a los cuales queramos resistir… pero esta actitud no siempre es buena. Debemos aprender a ser flexibles y saber adaptarnos a los vaivenes de la vida. Como afirma Víctor Manuel Fernández: “… Hay que saber planificar y prevenir, es cierto, pero no tenerlo todo previsto y preparado, porque es una manera de rechazar los cambios que la vida misma nos propone”.
Lo importante es detenerse un momento y pensar, pero sabiendo que Dios siempre puede hacerle alguna modificación a nuestros proyectos y teniendo en cuenta que estos cambios, si sabemos incorporarlos a nuestra vida sin desalentarnos, van a ser para mejor.
Publicado en la Revista El Pensadero
Mechi Ruiz Luque 