La aventura de trazar nuevos caminos

Últimamente, me dí cuenta de que vivimos ansiosos por cumplir con nuestros objetivos siguiendo instrucciones y consejos. Lo único a lo que verdaderamente nos dedicamos es a efectuar nuestros compromisos para tacharlos de la lista de actividades pendientes. Pero las metas, e incluso los caminos, varían mucho de acuerdo a cada persona.

1930468_29609946370_8064_nEn una ocasión, estando con unos amigos en el norte de nuestro país, decidimos ir a las ruinas de las Pailas, en Cachi. Según nos habían contando otros mochileros, era algo que valía la pena conocer. Ya habíamos pasado diez días recorriendo todo, y nuestra plata empezaba a escasear. Por lo tanto, no se nos ocurrió mejor idea que ir sin guía. El colectivo que nos tomamos esa mañana bien temprano nos dejó en una parada en medio de la nada. También dejó a otro grupo de turistas que iba con un guía. Para que no pensaran que nos queríamos aprovechar y colar en sus explicaciones de por qué los cardones tenían tal o cual forma, y porque después de tanto viaje nos habíamos contagiado del espíritu de mochilero (que no se compra ni un chicle con tal de gastar lo mínimo indispensable), decidimos caminar un poco más rápido y perdernos de vista. Pero no sólo nos perdimos de su vista, sino que sin querer nos alejamos un buen tramo del camino. Después volvimos atrás y lo retomamos. Anduvimos un largo rato por un sendero que apenas se notaba, escalamos un poco y cruzamos ríos bastante caudalosos, pero no encontrábamos las ruinas. Estuvimos así toda la mañana y, llegado el mediodía, decidimos emprender el regreso porque el colectivo que nos llevaría al pueblo más cercano, pasaba una vez por día.

Como decía recién, nunca encontramos las famosas ruinas. Pero la aventura de atravesar la montaña sin un guía fue espectacular. Inventamos caminos, armamos algunos puentes para atravesar ríos con piedras y palos y, cuando al fin reconocimos que jamás llegaríamos a la “meta”, improvisamos y nos propusimos otras cosas, como admirar la naturaleza que era increíble, y charlar y filosofar acerca de la vida.

La experiencia de inventar otro camino distinto es sumamente emocionante. Implica andar por lugares que no están marcados en ningún mapa ni señalados por nadie. Es sentirse perdido sin realmente estarlo porque, por lo menos en nuestro caso,  sabíamos cómo volver, pero no cómo seguir. Eso dependía de nosotros y de nuestras elecciones.

De todas formas, no estoy diciendo que los caminos ya andados sean malos o que no sea conveniente recorrerlos. Al contrario, creo que hay que tenerlos presentes pero sólo como experiencias, que uno puede tomar o no. Además, también hay que saber adaptarse ante nuevas situaciones y aprender a improvisar, porque varias personas pueden llegar al mismo lugar pero por diferentes caminos.

Aquel día, cuando nos encontramos en el colectivo con el otro grupo que volvía de las ruinas sano y salvo con su guía, le preguntamos a uno de ellos cómo les había ido. “Muy lindas las ruinas. Y a ustedes, ¿qué les pareció?”. “Muy lindo el camino”, le respondió uno de mis amigos.

Para terminar, quiero cerrar con una famosa frase de la escritora estadounidense Mary Lou Cook: “Para abrir nuevos caminos, hay que inventar; experimentar; crecer, correr riesgos, romper las reglas, equivocarse… Y divertirse.”

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Publicado en la Revista El Pensadero


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