Sembrar con esperanza

Cuando era chica, solía plantar cada semilla que llegaba a mis manos: de manzana, naranja, mandarina, limón. Los carozos no se quedaban atrás, ya que recuerdo haber plantado de durazno, cereza, palta, aceituna… No sé de dónde habré sacado esa afición, pero sí recuerdo que vivía cada plantación con mucha esperanza de que esa semilla o carozo creciera y diera muchos frutos.
Mis conocimientos de siembra eran básicos, no tenía muchos recursos y el espacio del jardín de mi casa era limitado. Pero me motivaba el hecho de que, en cada una de estas semillas, veía un brote de vida en potencia.

Me gusta pensar que, en el día a día, lo que podemos ir sembrando son nuestros talentos. Nuestras virtudes. Nuestros dones. Solo si los entregamos generosamente podremos llegar a dar frutos. Las semillas (y los talentos) que no se plantan mueren sin haber cumplido su misión, sin haber desplegado su propósito en la vida.
¿De qué sirve que sepa cantar si solo canto para mí? ¿Qué sentido tendría que supiera cocinar si no compartiera mi comida con nadie? ¿Cuál sería el propósito de mi vida si no ofreciera mi tiempo (escucha, ánimo, ayuda) a los demás?
“Recibir el talento de la propia vida es un llamado a vivir multiplicándola y convirtiéndola en servicios para los demás. El don crea en quien lo recibe la responsabilidad de reconocerlo con gratitud, valorarlo con humildad y entregarlo con generosidad en favor del prójimo” (Avellaneda, 2012).
Que esta sea una invitación a sembrar con esperanza, con optimismo, con confianza en el futuro. Incluso cuando no sepamos si nuestras semillas darán fruto. Aun cuando no confiemos del todo en la tierra -o en el corazón- en que estemos trabajando. Solo basta con que hagamos nuestra parte y ofrezcamos lo que podamos de la mejor manera.

Termino de escribir esta nota a la sombra de un palto que creció en mi jardín. Miro los dos naranjos que tengo más adelante, con sus flores blancas y aromadas. Y pienso que, si bien los frutos de nuestro trabajo no siempre son visibles, es bueno agradecer por las semillas que algún día tuvimos en nuestras manos y nos animamos a plantar.

¡Felices vacaciones y hasta la próxima edición (marzo 2018)!

Publicado en la revista Bienaventurados/diciembre 2017


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