Hoy, 20 de agosto, celebramos nuevamente el Día del Niño. En esta oportunidad, los invito a reflexionar sobre algunas características propias de los niños que sería bueno considerar para refrescar en nuestra vida.
● Transparencia. Los chicos son sinceros, dicen lo que piensan. No tratan de ocultar sus sentimientos. Exceptuando los momentos en que juegan a ser otro personaje, no aparentan ser ni pretenden mostrarse de una manera que no son.
● Asombro. No tienen el afán de tener todo controlado, como tenemos los adultos. Se dejan sorprender por lo nuevo y admiran lo que los sobrepasa.
● Simplicidad. No se complican la vida. Actúan con sencillez, descartan lo innecesario y no se preocupan por lo que no está en sus manos.
● Confianza. Los chicos confían en los adultos. Descansan en sus brazos, se entregan a sus cuidados y se dejan guiar por ellos.
● Creatividad. Resuelven los desafíos que se les presentan con creatividad y usando la imaginación. Están abiertos al juego.
● Pureza. Tienen una forma de ser natural e inocente, con corazón bueno y mirada limpia. Se muestran claramente. No hay maldad ni prejuicio en ellos.
● Espontaneidad. No piensan tanto antes de actuar o de decir algo. Si tienen ganas de cantar en alguna sala de espera, lo hacen; si tienen ganas de saltar en la mitad de la calle, lo hacen. No se autocensuran, sino que actúan de manera natural.
● Apertura. Están abiertos a lo nuevo, a aprender, a hablar con gente desconocida. Están predispuestos a hacerse nuevos amigos y a saludar a cualquier ser viviente con quien se crucen, por más distinto que sea.
Lo que sugiero con todo esto no es “ser infantiles”: es lógico que ahora tengamos más responsabilidades y obligaciones, y aceptarlas y asumirlas forma parte de nuestrocrecimiento. Simplemente, me parece bueno detenernos en aquellos puntos que nos pueden ayudar a recuperar la alegría y la paz interior que teníamos cuando éramos chicos.
Para terminar, les propongo reflexionar (e incluso rezar) con la letra de esta canción de la Hna. Mariana Gómez Carrillo:
Con alma de niño
Un niño en brazos de su madre
se duerme ya, acaba de mamar,
se siente muy feliz, y antes de dormirse
sonríe al amor que le sonríe.
No piensa por qué recibe tanto amor,
confía en él, y se abandona en paz.
Se sabe protegido, seguro en esos brazos,
responde con amor al amor.
Como un niño en brazos de su madre
quiero vivir confiando en mi Dios,
y no pretender más que lo que pretende un niño,
y esperar en el amor del Señor.
Como un niño pequeño en brazos de su madre,
así quiero vivir en Dios, en Dios.
Publicado en la revista Bienaventurados/agosto 2017